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lunes, 22 de octubre de 2012

Chernóbil y su fauna.

¿El Desastre de Chernóbil?

Cuando oímos hablar de Chernóbil no podemos evitar pensar en un páramo desierto, muerto, donde la vida no puede sino degenerar y desaparecer.
Desde que la central nuclear, situada aproximadamente a catorce kilómetros de la ciudad, sufrió el terrible accidente que liberó enormes oleadas de radiactividad a Europa, gran parte de la población se vio obligada a abandonar el lugar. La antes gran ciudad de Chernóbil se convirtió en un asentamiento para el fantasma de la radiactividad.
Pero...¿cuál es la situación actual? ¿Sigue siendo Chernóbil el lugar que fue poco después de la fuga?
En absoluto. Excluyendo el hecho de que la parte de la ciudad más alejada de la central ha podido ser restaurada, y ya hay personas viviendo allí, existe aún la zona de exclusión, más próxima a la central, donde el paso, aunque no vedado, sí está muy restringido. ¿Qué hay allí? Además de grandes niveles de radiación, parece que una auténtica jungla de vida ha logrado superar los peligros.
El hecho de que la actividad humana cesara plenamente en el lugar conllevó que muchas obras que se estaban realizando destruyendo el hábitat de las especies se cancelaran. Los cazadores furtivos, que diezmaban la población de lobos y alces, desaparecieron.
Ahora, los animales no humanos tenían ante sí, de pronto, su hábitat sin aparente amenaza humana...
Tras un tiempo, los científicos volvieron a estudiar las especies animales, esperándose encontrar un gran número de mutaciones, aberraciones naturales, y "vacas con dos cabezas".
Nada más lejos de lo que hallaron: la vida se mantuvo tal y como cabría esperar en otro lugar cualquiera.
La población de lobos, casi extinta, se elevó a los 120 aproximadamente. También se disparó la de los alces, roedores y pájaros.
Además, una especie concreta, el caballo de Przewalski, considerada extinta, había sido liberada de cautividad poco antes del desastre en las cercanías. Por supuesto, también a estos se los consideraba ya perdidos, y sin embargo, su población sólo había aumentado.

Durante uno de los estudios efectuados en la fauna posterior al desastre nuclear, se detectó, efectivamente, que la carne de los animales presentaba un altísimo nivel de radiación (300.000 bequerelios de cesio-137, BQ a partir de ahora).
Sin embargo, esta medida tan extrema, tomada en 1993, parece ir disminuyendo, tanto es así que en una nueva medida tomada hace 12 años, en el 2000, se detectaron unos niveles de 7000 BQ. Parece que los animales están logrando proliferar en ese entorno tan hostil para el hombre, y que sus organismos se adaptan a la radiación.
Sería interesante señalar que Bielorrusia ya ha delimitado una zona afectada por el desastre como reserva natural, ante el innegable estallido de vida que se ha podido presenciar en la zona.

No deja de ser irónico que lo que a priori sería un inmenso desastre ecológico y humano (que, sin lugar a dudas, lo fue) haya ido a convertirse en algo totalmente inesperado: un resurgir de vida contra todo pronóstico, si bien es cierto, que a un precio demasiado caro.


Agradecimientos a World-Nuclear.org , nrc.gov y a Wikipedia por la información, así como a ésta última por la imagen.

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